sábado, 27 de septiembre de 2014


Duelo en los niños. ¿Qué hacer?
- Guía para padres -

La experiencia de la pérdida es común a todos. Nadie se ha eximido de esta prueba dolorosa, abrumadora, desconcertante y cruel.  Probablemente a  nuestros hijos no les ha tocado vivir esta experiencia, pero estamos seguros que tarde o temprano tendrán que enfrentar esta dura parte de nuestra realidad.

Entonces podemos cuestionarnos acerca de: ¿Qué hacer con mi hijo o hija en esta experiencia de pérdida de un ser querido? ¿Cómo padre o madre cómo debo actuar? ¿Qué es lo mejor para mi hijo o hija? Aquí algunas pistas.

Los especialistas en la materia, plantean que el duelo puede comprenderse en etapas. Es decir, que más o menos todas las personas vivimos el duelo de forma similar, pasando de un estado de la experiencia a otro.

Por ejemplo, ocurrida una pérdida significativa, la mayoría de las personas vive un estado de shock, de negación, de no creer en lo que está ocurriendo. Lo manifestamos con expresiones como: “¡Esto no puede estar pasándome a mí! ¡Debe haber un error, un alcance de nombre! ¡Parece que estoy viviendo una pesadilla de la que no puedo despertar!

A medida que pasan las horas, comienza un estado paulatino de aceptación o asimilación. Ver al familiar difunto, la reunión de la familia entorno a la pérdida, los trámites necesarios, van contribuyendo a que los dolientes realicen un proceso más bien intelectual o cognitivo de comprender la pérdida. O sea, sabemos que hemos perdido alguien, ya no esperamos que sea un error y poco a poco nos vamos haciendo la idea de su partida.

Algunas personas, para evitar que el niño se traumatice, le mienten acerca de lo ocurrido. A veces lo encargan en casa de algún familiar, para que no tengan que ver expresiones de llanto y dolor en los adultos. Incluso, hay padres que no permiten la presencia o participación del niño durante todos los ritos funerarios.

Lo que le puede pasar, es que no comprenda lo ocurrido. Si ha perdido a uno de los padres, y no vive los ritos funerarios, puede experimentar  la sensación de abandono. No tiene una explicación lógica de su ausencia, no pudo hacer el proceso necesario para la aceptación de la pérdida.

No se debe privar a un niño de los rituales fúnebres. Tal vez, ver personas llorar desconsolados les impacte. Y posiblemente sea mejor que en las primeras horas de la perdida no esté en casa o donde se realice el velorio. Pero una vez que las cosas se han calmado, debe asistir y participar.

Por ningún motivo se le debe mentir acerca de lo ocurrido, el niño tiene derecho a saber lo que pasó con su familiar, a sentir las emociones y el dolor de la pérdida, para ir haciendo el proceso de recuperación a su nivel de madurez.

Finalmente, con los ritos funerarios, los primeros días sin el familiar perdido y con el paso del tiempo, es posible aceptar de corazón que esa persona querida ya no está, que ha partido y que será para siempre. La vida comienza a reorganizarse, se ocupan los espacios, se toman decisiones al respecto de sus pertenencias, ropa, fotos y otros bienes. Así como se trata de conservar un lugar especial de la casa.

Aquí, muchas veces hay familiares que evitan hablar del difunto delante del niño, o retiran las fotografías o recuerdos.  

Lo que experimenta el niño, es que le arrancaron esa persona amada de su vida cotidiana, el niño percibe que no se habla del difunto, que no sólo ha desaparecido físicamente, sino que de la vida diaria, del lugar común, del compartir social y la memoria familiar.

Hay que permitirse hablar de la persona que partió, recordarlo con cariño, sus anécdotas, las historias juntos. Probablemente estas conversaciones provoquen dolor y a veces saquen más de alguna lágrima. Hay que vivir esta emoción y el dolor, no ocultarla de los niños.

Si el niño llora o muestra tristeza, valídela. O sea, permítale expresarla, no le reproche, no le cambie de tema. Al contrario, acójalo y hágale sentir que su dolor es legítimo, que cuenta con usted para vivir esta experiencia. Hágale sentir seguro, protegido que como padre o madre está para protegerlo. A veces algunos niños sienten culpa. Creen que la pérdida del familiar se debe a ellos. Ayúdelo a que exprese esta idea y explíquele que no tiene culpa en lo ocurrido. Hágalo sentir confianza
.
Otro autor, plantea que el duelo o luto, nos impone tareas. Es decir, siendo una experiencia que todos vivimos o viviremos, la pérdida de un  ser querido nos impone desafíos o tareas para que esta situación no nos enferme o deprima.

Una primera tarea para los dolientes tiene que ver con la aceptación de la pérdida. No podemos quedarnos para siempre en la negación. La segunda tarea es permitirnos expresar el dolor y las emociones que nos invaden. Lo propio de la pérdida es el dolor que nos causa. Hay personas que intentan evitar el dolor o las emociones porque sienten que deben ser fuertes para alguien más.

La tercera tarea es adaptarse al medio en que vivimos sin el familiar fallecido. La vida se debe reorganizar, asumir roles, tareas prácticas. A los niños hay que incorporarles en esta etapa, encargarles quehaceres domésticos que puedan realizar. Juntos reorganizar los espacios, crear un lugar o rincón de recuerdos del familiar difunto.

Si en la familia se practica alguna fe religiosa, permítale al niño conocer lo que su credo le enseña de la muerte. Los niños comprenden a su modo que los familiares difuntos van al cielo y que desde allá les cuidan o acompañan. Es un paso para cumplir con la última tarea que impone el duelo y que la comprendemos como recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo.

Porque el vínculo familiar con el ser querido que ha partido no se pierde. Siempre seremos hijos de… hermanos de… padres de… y debemos re descubrir cómo vivir este vínculo. En el fondo aprender a decir de nuevo hola.
Rodrigo Mardones Ibacache.
Psicólogo Clínico


Basado en:
J. William Worden
“El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia”.
Ed. Paidós, Barcelona, 1997

Robert A. Neimeyer
Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo.
Ed. Paidós , Barcelona, 2001




miércoles, 15 de junio de 2011

El Poder de Romper la Pauta

Para el enfoque terapéutico en el que intento ser psicólogo, es fundamental el rompimiento de la pauta que sostiene el o los problemas. Nuestra mirada de los casos o las situaciones descritas por los pacientes apunta a descubrir la pauta que prolonga en el tiempo aquello que aqueja a la persona.

La gran apuesta que hacemos es que los problemas perduran en el tiempo no por su gravedad o por lo complejo de la causa que lo origina, sino  porque se establece una pauta repetitiva y disfuncional entre el problema y los intentos de solución fracasados que se repiten como estrategia para resolverlo.En este sentido, los terapeutas sistémicos no buscamos sintomatología, optamos por dejar de lado los síntomas para buscar la pauta que sostiene el problema e intentar romperla.

Este es en síntesis uno de los fundamentos teóricos con los que, no sólo hago clínica, sino que además veo el mundo. Con estos "trucos" y otros más, llegué en abril de este año a trabajar en una escuela especial, un Centro de Estimulación Temprana. Los alumnos son niños de 1 a 7 años de edad que sufren alguna de las  tantas patologías que provocan discapacidad intelectual entre otras.

Paulo, es uno de los alumnos de este colegio. Tiene 7 años de edad y sufre de autismo, los especialistas en el tema además le agregaron "profundo". En otras palabras, Paulo no interactúa con nada ni nadie, casi nada llama su atención. En el aula permanece sentado mientras le amarren a la silla, bambolea, se lleva cosas a la boca, se muerde insistente y levemente la mano, no fija la mirada. Durante los recreos, Paulo camina, cruza el patio en diagonal, se sienta, hace ruidos con la boca, baila, bambolea...

Su madre siempre le acompaña. Ella, a pesar de los pronósticos médicos, logró lo que jamás se esperaba en Paulo. Por ejemplo que en algunas cosas le obedezca, cuida mucho su presentación, no saliba, etc.

En mis primeros días en esta escuela me di cuenta que durante los recreos todos trataban de llamar la atención de Paulo. Él, con la "indiferencia" de un autista pasaba de largo, a veces daba un beso a alguna profesora o tía de la escuela. Todas interacciones muy fugases.

Rápidamente comprendí que ahí había un patrón, ellas intentaban llamar su atención, Paulo desatendía. Entonces decidí hacer lo contrario. En los recreos me dediqué a ignorarlo. Cuando se acercaba hacía mí, yo giraba la cabeza intentando hacer el gesto más evidente de "no me importas". Lo primero que observé fue que sus desplazamientos en el patio comenzaron a dirigirse deliberadamente hacia mi. Cuando él estaba por llegar delante mío, yo miraba hacia otro lugar. Entonces caminaba hacia donde yo estaba mirando.  Al tercer o cuarto día, tenía a Paulo el "autista profundo" intentando llamar mi atención.

Un día, estábamos en lo mismo, cuando se paró delante y me tomó del cuello e hizo un gesto acompañado como de un gruñido. Lo interpreté como un "mírame". Le miré y logramos conectar una mirada. Largos segundos en que Paulo y yo simplemente nos miramos a los ojos.

Luego siguió caminando. Se me acercaba, me sonreía, me besó las mejillas. Su madre se sorprendió de lo rápido que me aceptó, especialmente en mi condición de varón. Me decía: "Paulo en muy pocas ocasiones acepta a los hombres". Ya estábamos de amigos.

En otro momento, me di cuenta que a Paulo le prohibían subir al segundo piso de la escuela. En la mitad de la escalera, su madre o alguna profesora, le tomaba la mano y le pedía bajar. En un recreo, Paulo subió las escaleras, su madre hizo el intento de tomarle y yo pasé corriendo a su lado, le tomo de la mano y le digo con voz fuerte, vamos Paulo. Me miró y sonrió con un gesto de complicidad, y subimos corriendo las escaleras, él reía a carcajadas. Una vez arriba miró el lugar, y se encerró en una sala. Me asusté mucho, pensé que había originado un problema. Al golpear la puerta la abrió, sonrió y regresamos al patio.


Si bien, no he logrado muchas cosas más con mi amigo Paulo, cada vez que nos encontramos en los recreos me regala un beso, una mirada, un juego de golpear palmas. Eso me hace sentir bien, alegra la mañana y me permite valorar cada vez más el poder que hay en el rompimiento de una pauta.

sábado, 26 de febrero de 2011

Primer día de escuela. Guía práctica para padres


Para algunos niños y niñas el primer día de escuela resulta ser una experiencia traumática. El llanto muchas veces caracteriza el inicio de clases. Niños o niñas que se aferran a sus padres o apoderados y en ocasiones los papás también sufren esta experiencia de destete.

Cuando esto ocurre, se corre el riesgo de que algunos niños desarrollen una especie de miedo intenso a volver a la escuela y comienzan a presentar problemas a la hora de ir a clases.

Esta guía práctica te ayudará a que este importante paso de tu niño o niña, y también en la vida familiar, sea con mucha tranquilidad y alegría.

Es fundamental el manejo que hagamos los padres en el hogar para que la primera impresión de la escuela sea muy positiva para nuestros hijos.

El Trabajo Comienza en el Hogar

Lo primero que se debe hacer es conversar con el niño o niña. Contarle que va a ir a la escuela, que va a ser un lugar bonito, con muchos amigos y amigas, que habrá juegos para divertirse y mucho para aprender. Explicarle que los papás lo irán a dejar y luego a buscar cuando terminen las clases.

En la casa se puede aprovechar el momento de arreglar el uniforme, invitándolo a preparar la ropa que va a usar cuando vaya a la escuela.

Lo mismo se puede hacer con los útiles escolares. Que aprendan los nombres de éstos y para qué sirven.

Se puede visitar la escuela aunque esté cerrada por vacaciones. Que el niño o niña sepa que esta es su escuela y dónde queda.

Es bueno saber con anticipación el nombre de la Profesora y Asistente de Aula. Para que el niño sepa que estará con dos “Tías” y que al menos hayan escuchado nombrarlas por sus papás.

Hay que contarles que las tías a cargo son autoridad, que le quieren mucho, ellas mandan y hay que obedecer. Se les debe respetar como a los papás.

Cuéntele que hay compañeros y compañeras con quien jugar y a los que se debe respetar y querer como hermanos.

Actitudes de los Padres

Muchos padres están ansiosos, temerosos e incluso angustiados con el primer día de escuela de sus pequeños hijos o hijas. Es normal.


El problema es que si no ponemos cuidado estas emociones las transmitimos a nuestros niños o niñas.

Por lo tanto, al hablar con su hijo o hija sobre la escuela y su primer día de clases, cuide el tono de la voz. Sea tierno y alegre. Transmita siempre seguridad a su hijo o hija. Hágale sentir que será un tiempo divertido y hermoso en la escuela.

Si necesita hablar con otros adultos de lo tenso o angustiado que se siente, cuide que su hijo o hija no esté presente, ellos perciben su estado emocional a partir de sus gestos y tono de la voz.

Al llegar a la escuela retírese calmado y lo más pronto posible. Salvo que se les invite a alguna actividad junto a los niños. Los padres que permanecen y dilatan el momento de la separación, hacen que los hijos se angustien más.

 Compre un regalito sencillo para su hijo o hija y recíbalo con este presente, felicítelo, hágale sentir su alegría del encuentro y de que ha superado un paso importante. Y Pregúntele cómo le fue en la escuela y qué aprendió






lunes, 7 de febrero de 2011

Trastorno Obsesivo Compulsivo Desde el Enfoque Sistémico Estratégico

El Enfoque Sistémico Estratégico, aborda este fenómeno asumiendo como base de éste el miedo. Es decir, lo considera un trastorno de tipo fóbico. Para los sistémicos en general importa poco las causas del problema, más bien atienden a la consistencia de éste y aquellos factores que hacen que el problema perdure en el tiempo. 

De este modo, lo que podría ocurrir con las personas que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)  es que sufren un miedo no dominado o evitado (por ejemplo, miedo a contaminarse, a contraer una enfermedad por contagio, a ser asaltado en la casa, a sufrir algún accidente por descuido, ser invadido de pensamientos o ideas pervertidas, etc.). Así el sujeto comienza a desarrollar rituales que, según él, tienen el poder de combatir ese miedo insuperable.

En este sentido los rituales pueden ser diversos, repeticiones de una acción, por ejemplo asegurarse de apagar la luz, cerrar las llaves de gas, lavarse las manos con desinfectantes, etc. También es posible observar a personas que evitan tocar objetos con las manos o repetir fórmulas al estilo de plegarias, realizar series secuenciales de números.

El punto es que, al sujeto la realización de estos rituales le hace sentir protegido, le otorga la sensación momentánea de control sobre su fobia. Por esta razón, el ritual tiende a prolongarse en el tiempo de duración.

De este modo, podemos decir que el intento de solución del problema (hacer una acción para controlar el miedo) se transforma en el problema en sí (el ritual o compulsión). Una vez que se ha cerrado este círculo vicioso, importa poco ya la  causa del problema, se ha transformado en un fenómeno que se despega de su génesis. Lo que existe es una acción que el sujeto no puede dejar de realizar y que en este intento de terminar con el ritual, éste se hace más fuerte y demandante. En otras palabras, la persona se ve obligada a realizar sus secuencias de acciones o rituales provocando un malestar significativo en su vida diaria. Sin embargo, para la persona estos ritos tienen un valor importante, es su arma con la que luchan contra el miedo.

Así, la Terapia Sistémica Estratégica, concentrará sus esfuerzos en romper este patrón en que la lucha contra el miedo se ha vuelto un problema, basándose en la aceptación incondicional de la persona e indagando en la forma en que el TOC se configura en él. 



(Fuente. Miedo, Pánico y Fobias. G. Nardone. Ed. Herber 1997)

lunes, 17 de enero de 2011

Trastorno Obsesivo Compulsivo

El Trastorno Obsesivo Compulsivo [TOC] está situado dentro de los trastornos de ansiedad. Algunos estudiosos lo ubican más específicamente dentro de los trastornos fóbicos, ya que a la base de estos problemas es posible encontrar una alta dosis de miedo.


¿En qué consiste el TOC?
La persona que sufre este problema experimenta dos fenómenos característicos: 


a. Las Obsesiones: 

Entendemos por obsesion aquellos pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e inapropiados, y causan ansiedad o malestar significativos.
Además, estos pensamientos, impulsos o imágenes no se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real
La persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos, impulsos o imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos (compulsiones)
Sin embargo, la persona reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos son el producto de su mente.


b. Las Compulsiones:

Son comportamientos (p. ej., lavado de manos, puesta en orden de objetos, comprobaciones) o actos mentales (p. ej., rezar, contar o repetir palabras en silencio) de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar en respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas reglas que debe seguir estrictamente.

El objetivo de estos comportamientos u operaciones mentales es la prevención o reducción del malestar o la prevención de algún acontecimiento o situación negativos; sin embargo, estos comportamientos u operaciones mentales o bien no están conectados de forma realista con aquello que pretenden neutralizar o prevenir o bien resultan claramente excesivos.

Sin embargo, En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que estas obsesiones o compulsiones resultan excesivas o irracionales.

A su vez, las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico significativo, representan una pérdida de tiempo (más de 1 hora al día) o interfieren marcadamente con la rutina diaria del individuo, sus relaciones laborales (o académicas) o su vida social.
(fuente: DSM IV) 

Algunas obsesiones comunes:

Según la experiencia terapéutica, es posible encontrar algunas obsesiones comunes, o sea que se encuentran con frecuencia en las personas que sufren este problema. Ellas son:
  • Miedo a la mugre o a los gérmenes.
  • Disgusto por los desechos o los líquidos corporales.
  • Preocupación con el orden, simetría (balance) y exactitud.
  • Preocupación de que una tarea no se haya realizado bien incluso cuando la persona sabe que no es cierto.
  • Miedo de tener pensamientos malos o pecaminosos.
  • Pensar en ciertos sonidos, imágenes, palabras o números todo el tiempo.
  • Necesita asegurarse continuamente de las cosas.
  • Miedo de hacerle daño a un miembro de familia o amigo.

Algunas compulsiones comunes:

Así como las obsesiones, podemos encontrar algunas compulsiones comunes o que se observan frecuentemente en pacientes que sufren TOC. Ellas son:
  • Limpiar y arreglar, tal y como lavarse las manos, tomar baños o cepillarse los dientes una y otra vez.
  • Revisar cajones, puertas y aparatos eléctricos para asegurarse de que están cerrados, con seguro o apagados.
  • Repetir, tal y como salir y entrar por una puerta, levantarse y sentarse de un asiento o tocar ciertos objetos varias veces.
  • Ordenar y disponer cosas de cierto modo.
  • Contar una y otra vez hasta cierto número.
  • Guardar periódicos, correspondencia o empaques que ya no son necesarios.
  • Buscar seguridad y aprobación continua.
No olvidar que estas conductas deben provocar un malestar significativo y pérdida de tiempo. O sea la persona repite durante mucho tiempo la misma acción.
(fuente: http://familydoctor.org/online/famdoces/home/common/mentalhealth/anxiety/133.html)


Tipos de Tratamientos


a. Tratamientos Farmacológicos:



Disciplinas médicas como la psiquiatría realizan un tratamiento para el TOC basado en fármacos. Generalmente combinan  ansiolíticos (algunos recetan benzodiacenpinas) y antidepresivos. Las personas que son tratadas con esta estrategia suelen experimentar rápidamente una mejora en su problema ya que se sienten más tranquilos, las obsesiones parecen disminuir así como las compulsiones. Sin embargo, muchas también reportan malestar físico con los fármacos, así como la disminución de sus efectos con el tiempo.

El objetivo de este tipo de tratamiento es el evitar y disminuir las obsesiones y compulsiones.

b. Tratamientos Psicoterapéuticos:


Tratamientos Conductuales:


Este tipo de tratamiento es realizado por psicólogos clínicos. Buscan que la persona que sufre de TOC se enfrente a sus estímulos temidos así como a las obsesiones, redescubriéndolas como pensamientos o ideas irracionales. Se espera de este modo que las compulsiones disminuyan en frecuencia e intensidad.

Si bien resultan efectivos, no todas las personas que se someten a este tratamiento logran tener éxito debido a  la intensidad de sus obsesiones.

c. Tratamiento  Sistémico Estratégico:


Se enmarca en los tratamientos psicoterapéuticos pero presenta un enfoque distinto y bastante efectivo, lo presentaremos en los siguientes días.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Pánico y tratamiento psicoterapéutico.

Existen diversos enfoques que abordan terapéuticamente el Trastono de Pánico, cada uno desde su propio paradigma. Brevemente haremos una presentación sinóptica de la forma en que estructuran sus tratamientos.


 Enfoques en busca de la causas

Algunos enfoques parten del supuesto epistemológico de causalidad lineal. Entiéndase, que a una causa siempre le sigue un efecto. De este modo, intentan establecer una causa que origine el trastorno de pánico para realizar un tratamiento tendiente a anular la causa que, en consecuencia, acabará con el trastorno. En esta línea podemos encontrar las disciplinas biologisistas, que explican el fenómeno a partir de hallazgos bioquímicos que diferencian a los sujetos víctimas de este fenómeno de los que no lo son. 
Es posible situar en esta distinción a los tratamientos psiquiátricos que mediante fármacos buscan anular la causa del Trastorno de Pánico y fundamentan parte importante de su tratamiento en este aspecto.

El enfoque psicodinámico bien cabe en esta clasificación, desde una perspectiva más psicológica, en tanto apuesta a que el origen o causa de este trastorno podría encontrarse en la historia del sujeto, una causa que se ubica en el pasado, en el desarrollo temprano de la psiquis del sujeto. Desde esta perspectiva, ofrecerá un tratamiento del problema tendiente a indagar en la vida del sujeto algún evento traumático que pudiera estar provocando el problema, y por medio de una terapia regresiva resolver este fenómeno. 

3. Enfoques basados en la comprensión y la exposición.

Algunas corrientes terapéuticas apuestan a que los sujetos en general cuando comprenden cognitivamente lo que les ocurre son capaces de realizar un cambio conductual acorde a superar el problema. 

En este segmento es posible ubicar los enfoques más gestálticos, que apuestan por provocar el insight, en que la persona al darse cuenta de lo que ocurre, por medio de la comprensión del problema suprime paulatinamente el trastorno.

Bajo el mismo fundamento básico, las terapias más cognitivas conductuales, buscan psicoeducar al sujeto, con el fin de lograr la comprensión del problema y atendiendo a la conducta evitativa característica del fenómeno apuestan por la exposición paulatina de las sensaciones que el sujeto intenta sistemáticamente evitar. Así como identificar los errores cognitivos que acompañan las sensaciones. Entiéndase el miedo a perder el control y las ideas catastróficas durante cada crisis. (Botella, 2001).

4. Enfoques basados en la cibernética. Teoría sistémica


Este enfoque aborda los Trastornos de Pánico desde otra perspectiva. En general, considera los problemas humanos como producto de la interacción del sujeto con la realidad y, sobre todo, como cada uno percibe la realidad de acuerdo a sus instrumentos cognoscitivos y la utilización que hace del lenguaje para referirse a ella. De este modo, lo que interesa es el problema en concreto, su funcionamiento y el patrón estable de funcionamiento que termina atrapando a quien lo sufre.

Coherente con esto, el foco de atención no está puesto en el “porqué” o causa del problema, sino más bien en el “cómo” funciona el problema. Este cambio de enfoque permite diseñar estrategias que apunten directamente a romper el patrón o pauta de sostenimiento del fenómeno y logra rápidamente su extinción.

Se asume además un cambio semántico. Los sistémicos toman distancia de conceptos como enfermedad, patología, paciente, etc. Puesto que, en este sentido, el lenguaje termina por atrapar al sujeto, haciéndole sentir que no tiene poder alguno sobre lo que le afecta y sobre sí mismo, puesto que padece una enfermedad y como tal, está fuera de su campo de acción, se transforma en un paciente (pasivo) que necesita de la intervención de un experto. 

La sistémica prefiere hablar de problemas, puesto que los problemas tienen solución y con respecto al paciente, lo denomina consultante o cliente, ya que es un agente activo y con recursos personales que hacen posible en el proceso terapéutico.

En este sentido el abordaje que se realiza del Trastorno de Pánico busca primeramente, cambiar el foco de atención que el sujeto pone en el problema. Las personas ansiosas son por excelencia pensadores, calculan, analizan, evalúan. Esta condición les hace estar siempre vigilantes a una nueva crisis de pánico y permanecer en la paradoja del miedo al miedo. De este modo, al indagar el problema, se les invita a pensar su situación vital desde una perspectiva que nunca han usado, como por ejemplo, evaluar los aspectos más positivos del pánico. Estas personas siempre evitan las crisis y las evalúan como catastróficas, en un lenguaje sugestivo se les invita a ir en la dirección opuesta. 

También se encomiendan tareas tendientes a provocar el síntoma, incluso se prescribe la recaída. Se les pide que provoquen una crisis de pánico con el fin de investigar qué ocurre. Seguidamente, luego de pocas sesiones, al sujeto se le explica el sentido de las tareas terapéuticas y la forma en que puede continuar sosteniendo el cambio operado.

La experiencia clínica muestra que en la mayoría de los casos ocurre una remisión total de síntomas desde la primera sesión. (Nardone, 1997). Y aunque se pudiera sospechar de una alta tasa de recidiva en los sujetos tratados, el fenómeno no se ha presentado. La explicación está en que la persona ha redefinido el problema, conoce mejor sus recursos personales para superarlo, ha hecho una comprobación empírica de estos y es capaz de hacer uso de ellos en otras situaciones.

Conclusión

Siendo una de las características centrales del Trastorno de Pánico la aparición constante de crisis de pánico sin un estímulo definido y, por lo tanto, condición para su diagnóstico, podemos señalar que los estados de ansiedad y miedo observables en la población luego del terremoto del 27 de Febrero, no corresponden a este trastorno y se pueden explicar por otro fenómeno.

El Trastorno de Pánico es un problema de salud mental bien definido por la psiquiatría en lo que respecta a sus síntomas. Aunque existe un acuerdo en considerar la definición de la APA al respecto, existen diversos enfoques para ofrecer un tipo de tratamiento.

Cada uno de los enfoques obedece a un paradigma y epistemología acotada y desde este sustento teórico abordan la problemática. Siendo así, queda en manos del terapeuta decidir en qué corriente se siente más cómodo, intelectualmente hablando, y juzga más efectivo buscando el bien del consultante.

Con todo, se destaca la el abordaje que la psicología sistémica realiza del problema desde una perspectiva cibernética, en el que el tratamiento del Trastorno de Pánico se despatologiza y redefine como un problema en el que el consultante tiene recursos personales para abordarlo. Logrando un mayor empoderamiento del sujeto con respecto a lo que le ocurre y llevándole a reconocer su problema desde un foco que no había considerado y por lo tanto abre su campo de acción hacia otro tipo de estrategias.




viernes, 5 de noviembre de 2010

Pánico y Tratamiento Farmacológico

La utilización de fármacos en el tratamiento del pánico y su efectividad es una de las preguntas que suelen hacerme algunos pacientes.

Para responder a esta interrogante es necesario explicar que el Trastorno de Pánico afecta dos grandes ámbitos de quien lo sufre. Así es posible distinguir su impacto en la fisiología del sujeto, entiéndase todos los síntomas físicos, o sea, sensación de ahogo, sudoración de manos, taquicardias, etc. El otro ámbito sobre el cual impacta es el psicológico. El miedo sin objeto temido, la idea de perder el control, de volverse loco, de morir. La convicción de estar indefenso ante la crisis o la posibilidad de sufrir una.

De este modo, el cuadro combina iniciándose con la idea o temor a sufrir una crisis, lo que generalmente activa todo el sistema biológico y lo pone en estado de alerta, iniciándose un cuadro de respiración alterada, lo que avisa a la persona que la crisis es inminente, la fisiología continua activándose en base al miedo, el corazón bombea más sangre preparándose para funcionar en base a una amenaza. La hiperventilación (debido a la mala respiración) y todas las sensaciones corporales elevan el miedo, aparecen las ideas catastróficas y la crisis se desata. 

Otra forma de iniciarse puede ser al revés. La persona siente que se agita sin razón alguna, la frecuencia cardíaca se altera, emerge la idea de sufrir un  ataque y con ella el miedo. La persona se alerta, monitorea todas sus sensaciones físicas alteradas, lo que potencia el miedo y las ideas irracionales y catastróficas, las que a su vez aumentan los síntomas corporales del miedo. Entonces la crisis se desata.

Ambos aspectos, el fisiológico y el psicológico se combinan en un  ataque de miedo, llegando a constituir la crisis de pánico en un sistema autónomo del que poco interesa la causa.

Ahora bien, las estrategias que suelen utilizar las personas que sufren de este mal  consiste en evitar toda situación, lugar, actividad que pudiera provocar el pánico. Se evita exponerse, es la estrategia que surge del miedo y con justa razón, pues las crisis son muy intensas y desagradables. 

De este modo, las personas comienzan a estructurar sus vidas entorno a la evitación, lo que es originalmente un cuadro combinado de el ámbito psicológico y fisiológico, comienza a afectar otros ámbitos de las personas, como por ejemplo el ámbito de lo social. Las personas comienzan a aislarse, evitan participar de actividades sociales, evitan lugares concurridos por temor a sufrir una crisis en público, temen andar solos(as), les avergüenza compartir que tienen miedo. 


Esta situación, en cuadros más severos tiene una alta probabilidad de desatar un estado depresivo. Las personas se deprimen al constatar que sufren un problema muy grave que no logran resolver. No hay que olvidar que la crisis de pánico es un ataque de miedo intenso sin razón, sin un estímulo externo que la desate. Lo que aumenta la sensación de que no se tiene control sobre ella.


Los tratamientos farmacológicos.

Por razones éticas no mencionaremos los medicamentos que suelen recetar los médicos ni los compuestos activos de estos. 

Sin embargo, es posible afirmar que tienen cierta efectividad en el problema a tratar. Los fármacos recetados buscan calmar a la persona, hacer que su fisiología esté menos alterada, que permanezca en un estado de relajación. De este modo, la persona que sufre de pánico no tiene sensación de cambios corporales, está menos alerta a éstos y se siente más relajada.

Sin embargo, muchos de los pacientes reportan que el miedo no desaparece. Por lo tanto, describen sus estados internos como trastorno de pánico sin crisis.  O sea, es posible que no se tengan las sensaciones desagradables propias del ataque de miedo, pero el pánico permanece intacto.

Por esta razón, es posible conocer personas que viven con sus "remedios" cerca. Al salir de casa cuidadosamente llevan consigo los fármacos recetados, "no vaya a ser que me venga una crisis". Esto genera una dependencia, tal vez no como a las drogas, sino la dependencia propia de los amuletos. La persona no está tranquila si no lleva consigo las gotas o frasco de pastillas.

Decíamos más arriba que las estrategias más usadas por las personas afectadas por pánico consiste en evitar. La evitación es un intento de solución del problema que siempre fracasa. En concreto las personas por más que eviten siempre hay crisis, tarde o temprano. Este es el corazón del problema. La utilización constante de la misma estrategia fracasada hace que el problema persista en el tiempo.

El tratamiento farmacológico consiste en lo mismo. Se trata de evitar que ocurra una crisis. Por esta razón no es de extrañar que haya pacientes que abandonen el tratamiento por sentirlo inefectivo. Pero también hay personas que elevan la dosis de medicamento arbitrariamente o con la supervisión de su médico. 

El tratamiento farmacológico es un intento más de evitar las crisis, un intento más de solución en una estrategia fracasada.

En este sentido, el miedo si crisis persiste porque el fármaco no actúa en el ámbito psicológico del problema.

En conclusión, podríamos decir que es posible tratar el pánico a base de fármacos, pero probablemente para muchos pacientes no será una solución efectiva. Sino más bien parcial y de poca duración antes de abandonar el tratamiento o subir la dosis.

Sin embargo, es posible afirmar que existe tratamiento psicológico para este mal. Revisaremos las terapias psicológicas y su efectividad en los siguientes días.