sábado, 27 de septiembre de 2014


Duelo en los niños. ¿Qué hacer?
- Guía para padres -

La experiencia de la pérdida es común a todos. Nadie se ha eximido de esta prueba dolorosa, abrumadora, desconcertante y cruel.  Probablemente a  nuestros hijos no les ha tocado vivir esta experiencia, pero estamos seguros que tarde o temprano tendrán que enfrentar esta dura parte de nuestra realidad.

Entonces podemos cuestionarnos acerca de: ¿Qué hacer con mi hijo o hija en esta experiencia de pérdida de un ser querido? ¿Cómo padre o madre cómo debo actuar? ¿Qué es lo mejor para mi hijo o hija? Aquí algunas pistas.

Los especialistas en la materia, plantean que el duelo puede comprenderse en etapas. Es decir, que más o menos todas las personas vivimos el duelo de forma similar, pasando de un estado de la experiencia a otro.

Por ejemplo, ocurrida una pérdida significativa, la mayoría de las personas vive un estado de shock, de negación, de no creer en lo que está ocurriendo. Lo manifestamos con expresiones como: “¡Esto no puede estar pasándome a mí! ¡Debe haber un error, un alcance de nombre! ¡Parece que estoy viviendo una pesadilla de la que no puedo despertar!

A medida que pasan las horas, comienza un estado paulatino de aceptación o asimilación. Ver al familiar difunto, la reunión de la familia entorno a la pérdida, los trámites necesarios, van contribuyendo a que los dolientes realicen un proceso más bien intelectual o cognitivo de comprender la pérdida. O sea, sabemos que hemos perdido alguien, ya no esperamos que sea un error y poco a poco nos vamos haciendo la idea de su partida.

Algunas personas, para evitar que el niño se traumatice, le mienten acerca de lo ocurrido. A veces lo encargan en casa de algún familiar, para que no tengan que ver expresiones de llanto y dolor en los adultos. Incluso, hay padres que no permiten la presencia o participación del niño durante todos los ritos funerarios.

Lo que le puede pasar, es que no comprenda lo ocurrido. Si ha perdido a uno de los padres, y no vive los ritos funerarios, puede experimentar  la sensación de abandono. No tiene una explicación lógica de su ausencia, no pudo hacer el proceso necesario para la aceptación de la pérdida.

No se debe privar a un niño de los rituales fúnebres. Tal vez, ver personas llorar desconsolados les impacte. Y posiblemente sea mejor que en las primeras horas de la perdida no esté en casa o donde se realice el velorio. Pero una vez que las cosas se han calmado, debe asistir y participar.

Por ningún motivo se le debe mentir acerca de lo ocurrido, el niño tiene derecho a saber lo que pasó con su familiar, a sentir las emociones y el dolor de la pérdida, para ir haciendo el proceso de recuperación a su nivel de madurez.

Finalmente, con los ritos funerarios, los primeros días sin el familiar perdido y con el paso del tiempo, es posible aceptar de corazón que esa persona querida ya no está, que ha partido y que será para siempre. La vida comienza a reorganizarse, se ocupan los espacios, se toman decisiones al respecto de sus pertenencias, ropa, fotos y otros bienes. Así como se trata de conservar un lugar especial de la casa.

Aquí, muchas veces hay familiares que evitan hablar del difunto delante del niño, o retiran las fotografías o recuerdos.  

Lo que experimenta el niño, es que le arrancaron esa persona amada de su vida cotidiana, el niño percibe que no se habla del difunto, que no sólo ha desaparecido físicamente, sino que de la vida diaria, del lugar común, del compartir social y la memoria familiar.

Hay que permitirse hablar de la persona que partió, recordarlo con cariño, sus anécdotas, las historias juntos. Probablemente estas conversaciones provoquen dolor y a veces saquen más de alguna lágrima. Hay que vivir esta emoción y el dolor, no ocultarla de los niños.

Si el niño llora o muestra tristeza, valídela. O sea, permítale expresarla, no le reproche, no le cambie de tema. Al contrario, acójalo y hágale sentir que su dolor es legítimo, que cuenta con usted para vivir esta experiencia. Hágale sentir seguro, protegido que como padre o madre está para protegerlo. A veces algunos niños sienten culpa. Creen que la pérdida del familiar se debe a ellos. Ayúdelo a que exprese esta idea y explíquele que no tiene culpa en lo ocurrido. Hágalo sentir confianza
.
Otro autor, plantea que el duelo o luto, nos impone tareas. Es decir, siendo una experiencia que todos vivimos o viviremos, la pérdida de un  ser querido nos impone desafíos o tareas para que esta situación no nos enferme o deprima.

Una primera tarea para los dolientes tiene que ver con la aceptación de la pérdida. No podemos quedarnos para siempre en la negación. La segunda tarea es permitirnos expresar el dolor y las emociones que nos invaden. Lo propio de la pérdida es el dolor que nos causa. Hay personas que intentan evitar el dolor o las emociones porque sienten que deben ser fuertes para alguien más.

La tercera tarea es adaptarse al medio en que vivimos sin el familiar fallecido. La vida se debe reorganizar, asumir roles, tareas prácticas. A los niños hay que incorporarles en esta etapa, encargarles quehaceres domésticos que puedan realizar. Juntos reorganizar los espacios, crear un lugar o rincón de recuerdos del familiar difunto.

Si en la familia se practica alguna fe religiosa, permítale al niño conocer lo que su credo le enseña de la muerte. Los niños comprenden a su modo que los familiares difuntos van al cielo y que desde allá les cuidan o acompañan. Es un paso para cumplir con la última tarea que impone el duelo y que la comprendemos como recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo.

Porque el vínculo familiar con el ser querido que ha partido no se pierde. Siempre seremos hijos de… hermanos de… padres de… y debemos re descubrir cómo vivir este vínculo. En el fondo aprender a decir de nuevo hola.
Rodrigo Mardones Ibacache.
Psicólogo Clínico


Basado en:
J. William Worden
“El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia”.
Ed. Paidós, Barcelona, 1997

Robert A. Neimeyer
Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo.
Ed. Paidós , Barcelona, 2001




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