Duelo
en los niños. ¿Qué hacer?
- Guía para padres -
La experiencia de la
pérdida es común a todos. Nadie se ha eximido de esta prueba dolorosa,
abrumadora, desconcertante y cruel.
Probablemente a nuestros hijos no
les ha tocado vivir esta experiencia, pero estamos seguros que tarde o temprano
tendrán que enfrentar esta dura parte de nuestra realidad.
Entonces podemos
cuestionarnos acerca de: ¿Qué hacer con mi hijo o hija en esta experiencia de
pérdida de un ser querido? ¿Cómo padre o madre cómo debo actuar? ¿Qué es lo
mejor para mi hijo o hija? Aquí algunas pistas.
Los especialistas en la
materia, plantean que el duelo puede comprenderse en etapas. Es decir, que más
o menos todas las personas vivimos el duelo de forma similar, pasando de un
estado de la experiencia a otro.
Por ejemplo, ocurrida
una pérdida significativa, la mayoría de las personas vive un estado de shock,
de negación, de no creer en lo que está ocurriendo. Lo manifestamos con
expresiones como: “¡Esto no puede estar pasándome a mí! ¡Debe haber un error,
un alcance de nombre! ¡Parece que estoy viviendo una pesadilla de la que no
puedo despertar!
A medida que pasan las
horas, comienza un estado paulatino de aceptación o asimilación. Ver al
familiar difunto, la reunión de la familia entorno a la pérdida, los trámites
necesarios, van contribuyendo a que los dolientes realicen un proceso más bien
intelectual o cognitivo de comprender la pérdida. O sea, sabemos que hemos
perdido alguien, ya no esperamos que sea un error y poco a poco nos vamos
haciendo la idea de su partida.
Algunas personas, para
evitar que el niño se traumatice, le mienten acerca de lo ocurrido. A veces lo
encargan en casa de algún familiar, para que no tengan que ver expresiones de
llanto y dolor en los adultos. Incluso, hay padres que no permiten la presencia
o participación del niño durante todos los ritos funerarios.
Lo que le puede pasar,
es que no comprenda lo ocurrido. Si ha perdido a uno de los padres, y no vive
los ritos funerarios, puede experimentar la sensación de abandono. No tiene una
explicación lógica de su ausencia, no pudo hacer el proceso necesario para la
aceptación de la pérdida.
No se debe privar a un
niño de los rituales fúnebres. Tal vez, ver personas llorar desconsolados les
impacte. Y posiblemente sea mejor que en las primeras horas de la perdida no
esté en casa o donde se realice el velorio. Pero una vez que las cosas se han
calmado, debe asistir y participar.
Por ningún motivo se le
debe mentir acerca de lo ocurrido, el niño tiene derecho a saber lo que pasó
con su familiar, a sentir las emociones y el dolor de la pérdida, para ir
haciendo el proceso de recuperación a su nivel de madurez.
Finalmente, con los
ritos funerarios, los primeros días sin el familiar perdido y con el paso del
tiempo, es posible aceptar de corazón que esa persona querida ya no está, que
ha partido y que será para siempre. La vida comienza a reorganizarse, se ocupan
los espacios, se toman decisiones al respecto de sus pertenencias, ropa, fotos
y otros bienes. Así como se trata de conservar un lugar especial de la casa.
Aquí, muchas veces hay
familiares que evitan hablar del difunto delante del niño, o retiran las
fotografías o recuerdos.
Lo que experimenta el
niño, es que le arrancaron esa persona amada de su vida cotidiana, el niño
percibe que no se habla del difunto, que no sólo ha desaparecido físicamente,
sino que de la vida diaria, del lugar común, del compartir social y la memoria familiar.
Hay que permitirse
hablar de la persona que partió, recordarlo con cariño, sus anécdotas, las
historias juntos. Probablemente estas conversaciones provoquen dolor y a veces
saquen más de alguna lágrima. Hay que vivir esta emoción y el dolor, no
ocultarla de los niños.
Si el niño llora o
muestra tristeza, valídela. O sea, permítale expresarla, no le reproche, no le
cambie de tema. Al contrario, acójalo y hágale sentir que su dolor es legítimo,
que cuenta con usted para vivir esta experiencia. Hágale sentir seguro,
protegido que como padre o madre está para protegerlo. A veces algunos niños
sienten culpa. Creen que la pérdida del familiar se debe a ellos. Ayúdelo a que
exprese esta idea y explíquele que no tiene culpa en lo ocurrido. Hágalo sentir
confianza
.
Otro autor, plantea que
el duelo o luto, nos impone tareas. Es decir, siendo una experiencia que todos
vivimos o viviremos, la pérdida de un
ser querido nos impone desafíos o tareas para que esta situación no nos
enferme o deprima.
Una primera tarea para
los dolientes tiene que ver con la aceptación de la pérdida. No podemos
quedarnos para siempre en la negación. La segunda tarea es permitirnos expresar
el dolor y las emociones que nos invaden. Lo propio de la pérdida es el dolor
que nos causa. Hay personas que intentan evitar el dolor o las emociones porque
sienten que deben ser fuertes para alguien más.
La tercera tarea es
adaptarse al medio en que vivimos sin el familiar fallecido. La vida se debe
reorganizar, asumir roles, tareas prácticas. A los niños hay que incorporarles
en esta etapa, encargarles quehaceres domésticos que puedan realizar. Juntos
reorganizar los espacios, crear un lugar o rincón de recuerdos del familiar
difunto.
Si en la familia se
practica alguna fe religiosa, permítale al niño conocer lo que su credo le
enseña de la muerte. Los niños comprenden a su modo que los familiares difuntos
van al cielo y que desde allá les cuidan o acompañan. Es un paso para cumplir
con la última tarea que impone el duelo y que la comprendemos como recolocar
emocionalmente al fallecido y seguir viviendo.
Porque el vínculo
familiar con el ser querido que ha partido no se pierde. Siempre seremos hijos
de… hermanos de… padres de… y debemos re descubrir cómo vivir este vínculo. En
el fondo aprender a decir de nuevo hola.
Rodrigo Mardones
Ibacache.
Psicólogo
Clínico
Basado en:
J. William Worden
“El tratamiento del duelo:
Asesoramiento psicológico y terapia”.
Ed. Paidós, Barcelona, 1997
Robert A. Neimeyer
Aprender de la pérdida. Una
guía para afrontar el duelo.
Ed. Paidós , Barcelona,
2001
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