Para el enfoque terapéutico en el que intento ser psicólogo, es fundamental el rompimiento de la pauta que sostiene el o los problemas. Nuestra mirada de los casos o las situaciones descritas por los pacientes apunta a descubrir la pauta que prolonga en el tiempo aquello que aqueja a la persona.
La gran apuesta que hacemos es que los problemas perduran en el tiempo no por su gravedad o por lo complejo de la causa que lo origina, sino porque se establece una pauta repetitiva y disfuncional entre el problema y los intentos de solución fracasados que se repiten como estrategia para resolverlo.En este sentido, los terapeutas sistémicos no buscamos sintomatología, optamos por dejar de lado los síntomas para buscar la pauta que sostiene el problema e intentar romperla.
Este es en síntesis uno de los fundamentos teóricos con los que, no sólo hago clínica, sino que además veo el mundo. Con estos "trucos" y otros más, llegué en abril de este año a trabajar en una escuela especial, un Centro de Estimulación Temprana. Los alumnos son niños de 1 a 7 años de edad que sufren alguna de las tantas patologías que provocan discapacidad intelectual entre otras.
Paulo, es uno de los alumnos de este colegio. Tiene 7 años de edad y sufre de autismo, los especialistas en el tema además le agregaron "profundo". En otras palabras, Paulo no interactúa con nada ni nadie, casi nada llama su atención. En el aula permanece sentado mientras le amarren a la silla, bambolea, se lleva cosas a la boca, se muerde insistente y levemente la mano, no fija la mirada. Durante los recreos, Paulo camina, cruza el patio en diagonal, se sienta, hace ruidos con la boca, baila, bambolea...
Su madre siempre le acompaña. Ella, a pesar de los pronósticos médicos, logró lo que jamás se esperaba en Paulo. Por ejemplo que en algunas cosas le obedezca, cuida mucho su presentación, no saliba, etc.
En mis primeros días en esta escuela me di cuenta que durante los recreos todos trataban de llamar la atención de Paulo. Él, con la "indiferencia" de un autista pasaba de largo, a veces daba un beso a alguna profesora o tía de la escuela. Todas interacciones muy fugases.
Rápidamente comprendí que ahí había un patrón, ellas intentaban llamar su atención, Paulo desatendía. Entonces decidí hacer lo contrario. En los recreos me dediqué a ignorarlo. Cuando se acercaba hacía mí, yo giraba la cabeza intentando hacer el gesto más evidente de "no me importas". Lo primero que observé fue que sus desplazamientos en el patio comenzaron a dirigirse deliberadamente hacia mi. Cuando él estaba por llegar delante mío, yo miraba hacia otro lugar. Entonces caminaba hacia donde yo estaba mirando. Al tercer o cuarto día, tenía a Paulo el "autista profundo" intentando llamar mi atención.
Un día, estábamos en lo mismo, cuando se paró delante y me tomó del cuello e hizo un gesto acompañado como de un gruñido. Lo interpreté como un "mírame". Le miré y logramos conectar una mirada. Largos segundos en que Paulo y yo simplemente nos miramos a los ojos.
Luego siguió caminando. Se me acercaba, me sonreía, me besó las mejillas. Su madre se sorprendió de lo rápido que me aceptó, especialmente en mi condición de varón. Me decía: "Paulo en muy pocas ocasiones acepta a los hombres". Ya estábamos de amigos.
En otro momento, me di cuenta que a Paulo le prohibían subir al segundo piso de la escuela. En la mitad de la escalera, su madre o alguna profesora, le tomaba la mano y le pedía bajar. En un recreo, Paulo subió las escaleras, su madre hizo el intento de tomarle y yo pasé corriendo a su lado, le tomo de la mano y le digo con voz fuerte, vamos Paulo. Me miró y sonrió con un gesto de complicidad, y subimos corriendo las escaleras, él reía a carcajadas. Una vez arriba miró el lugar, y se encerró en una sala. Me asusté mucho, pensé que había originado un problema. Al golpear la puerta la abrió, sonrió y regresamos al patio.
Si bien, no he logrado muchas cosas más con mi amigo Paulo, cada vez que nos encontramos en los recreos me regala un beso, una mirada, un juego de golpear palmas. Eso me hace sentir bien, alegra la mañana y me permite valorar cada vez más el poder que hay en el rompimiento de una pauta.